#ElEstante: La tragedia de Macbeth
#ElEstante: La tragedia de Macbeth
Por Jorge Alonso Espíritu
Una de las características de la gran literatura es que permanece a través del tiempo. No es que las historias no pertenezcan a un contexto temporal, es que las lecciones, las situaciones, la humanidad, siguen transformándose a lo largo de los años. Es por ello, que amamos a William Shakespeare: sus clásicos son eternamente conocidos y sus tramas bien conocidas, incluso por quienes no han leído sus obras.
Parte de esa penetración de las obras del dramaturgo y poeta inglés en la cultura popular es responsabilidad del cine. A lo largo de la historia, cientos de adaptaciones más fieles o más libres, se han llevado a la pantalla grande: de Romeo y Julieta con Leonardo DiCaprio, o en su forma de la clásica ya con remake -igual de elogiado- West side story, hasta El rey león y Diez cosas que odio de ti, la historia del cine debe más a Shakespeare que a cualquier otro autor.
Una de las obras favoritas para representar en el cine ha sido Macbeth, adaptada una treintena de veces, con versiones tan destacadas como las de Orson Welles (1948), Akira Kurosawa (1957) o Roman Polanski (1971). La historia del guerrero que, impulsado por el augurio de las brujas, enfermo de ambición busca el trono asesinando al rey tratando de enfrentar a un destino que, igual que da, quita, es una fábula que retrata lo mismo a los reinos antiguos que a la política actual de cualquier país. Por lo anterior, y con toda razón, diversos directores son tentados a actualizar la historia de Macbeth y mostrar los riesgos de la ambición política.
El año pasado, sin embargo, Joel Coen, una parte de la dupla de hermanos responsables de clásicos modernos del cine como Fargo o Sin lugar para los débiles, se aventuró a hacer algo más arriesgado: rodar su versión de Macbeth con los diálogos casi fieles al texto original del dramaturgo inglés. En La tragedia de Macbeth, original de Apple TV, el diálogo es difícil de seguir, pero resulta una experiencia inmersiva al teatro, en una mezcla de cine vanguardista y modos de la dramaturgia más antigua que resulta tan desconcertante como fascinante -aunque a muchos les resultó más bien chocante.
En la versión de Coen, el montaje es fundamental y los escenarios son un diálogo en sí mismos: el blanco y negro, los muros desnudos, los largos pasillos, la niebla que impera en la representación, la geometría dura, los movimientos elegantes pero artificiosos de los personajes suman dramatismo a la historia imperecedera de traición y violencia. La fotografía en esta cinta es una experiencia estética por sí misma.
Mención aparte, la presencia de Kathryn Hunter, actriz de reparto que interpreta a las brujas que llevan el augurio a Macbeth y Banquo, cuya actuación, a pesar de durar pocos minutos, provoca una impresión superlativa.
Sin asomo de duda, y ya sea que te sorprenda o te aburra, La tragedia de Macbeth es una de las experiencias más singulares del cine contemporáneo.